El Efecto de Migrar: Una Mirada Desde la Salud Mental
- Marcela Tessada I.
- 29 mar
- 5 Min. de lectura
Mudarse de país también mueve emociones
Migrar es más que un cambio de dirección en el pasaporte. Es una transición profunda que remueve las bases emocionales y psicológicas de una persona. Ya sea por razones económicas, laborales, académicas o personales, la migración implica dejar atrás una parte de la identidad, adaptarse a nuevas costumbres y, en muchos casos, enfrentar un choque cultural que puede ser desafiante.
Antes de continuar, es importante comprender la diferencia entre migrar, emigrar e inmigrar. Migrar es el término general que describe el movimiento de personas de un lugar a otro. Emigrar se refiere al acto de salir de un país para establecerse en otro, mientras que inmigrar hace referencia al acto de llegar a un país diferente al de origen para vivir allí. Estos términos no solo describen un desplazamiento físico, sino que también encierran realidades emocionales, sociales y psicológicas distintas, que afectan el bienestar de quienes los experimentan.
El impacto emocional de migrar es complejo. Al principio, muchas personas sienten entusiasmo, pero con el tiempo pueden experimentar nostalgia, ansiedad, estrés o una sensación de desarraigo. La mente busca seguridad y familiaridad, y cuando estas se ven alteradas, es común que surjan emociones intensas y contradictorias. Este proceso no solo afecta a quienes migran, sino también a sus familias y seres queridos, generando una transformación profunda en la forma en que se vive la identidad y el sentido de pertenencia.

El cerebro y la adaptación a una nueva vida
Desde la neurociencia, sabemos que la migración activa múltiples procesos en el cerebro. La corteza prefrontal, encargada de la planificación y la toma de decisiones, se enfrenta a un sinfín de cambios: nuevas normas sociales, otro idioma, diferencias en la comunicación y nuevas dinámicas laborales. Esto genera una sobrecarga cognitiva que puede derivar en fatiga mental, dificultades para concentrarse y una sensación de alerta constante.
A su vez, el sistema límbico, donde se procesan las emociones, puede reaccionar con altos niveles de estrés. Algunas personas desarrollan síntomas de ansiedad o depresión debido a la incertidumbre, el sentimiento de soledad o la presión de “salir adelante” en un entorno desconocido. La neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro de adaptarse, juega un papel clave en este proceso, pero requiere tiempo y estrategias adecuadas para gestionar el cambio de manera saludable.
El duelo migratorio: perder para poder reconstruirse
Uno de los conceptos más relevantes en el proceso de adaptación es el "duelo migratorio". A diferencia de otros tipos de duelo, la migración implica múltiples pérdidas simultáneas: la familia, los amigos, la cultura, la comida, los paisajes, la manera de interactuar con los demás. No todas estas pérdidas son absolutas, pero sí se transforman, y esa transformación puede generar tristeza, incertidumbre o incluso culpa.
La culpa migratoria es especialmente común en quienes dejan atrás a familiares, sobre todo si estos dependen de ellos emocional o económicamente. En consulta, muchos pacientes expresan frases como: “Siento que abandoné a mis padres”, “Me pregunto si tomé la decisión correcta” o “Me siento mal por estar bien aquí mientras ellos siguen allá”. Estos sentimientos pueden dificultar la integración en el nuevo país y generar una desconexión interna.
La soledad en la migración: el desafío de construir nuevos vínculos
Uno de los aspectos más difíciles para quienes migran es la reconstrucción de una red de apoyo. En el país de origen, la familia y los amigos formaban parte de la rutina diaria, ofreciendo contención y seguridad emocional. En un país nuevo, esos lazos deben construirse desde cero, lo que puede ser un proceso lento y desafiante.
La soledad no siempre se manifiesta de forma evidente. A veces se disfraza de hiperactividad: trabajar sin descanso, llenar los días de actividades o enfocarse solo en lo práctico para evitar enfrentar las emociones. Otras veces se presenta como una sensación persistente de no pertenecer, incluso cuando se tiene éxito en lo laboral o académico.
Estudios han demostrado que la falta de vínculos sociales puede afectar la salud mental y física, aumentando el riesgo de ansiedad y depresión. Por ello, es fundamental encontrar espacios donde conectar con otros, ya sea a través de comunidades de migrantes, grupos de lectura, actividades recreativas o terapia psicológica.
La identidad migrante: entre dos mundos
Otro desafío clave es la reconstrucción de la identidad. Migrar implica una reconfiguración de quiénes somos y cómo nos percibimos en un nuevo contexto. Muchas personas sienten que han perdido parte de su esencia, mientras que otras descubren facetas nuevas de sí mismas. Este proceso puede generar una crisis de identidad, especialmente en quienes sienten que no encajan completamente ni en su país de origen ni en el nuevo lugar donde residen.
Una estrategia importante es aceptar que la identidad es flexible y que se puede integrar lo mejor de ambas culturas. En lugar de ver la migración como una desconexión, es útil considerarla como una expansión de la identidad, donde se incorporan nuevas experiencias sin perder las raíces.
El impacto en la salud mental y cómo afrontarlo
El estrés migratorio es real, y sus efectos pueden manifestarse de diferentes maneras: insomnio, ansiedad, dificultad para disfrutar las cosas, sentimiento de vacío o incluso síntomas físicos como fatiga crónica y dolores musculares. Es fundamental reconocer estos signos y buscar apoyo.
Desde un enfoque cognitivo-conductual, trabajamos para ayudar a quienes migran a identificar pensamientos que generan malestar y reemplazarlos por otros más funcionales. Algunas estrategias clave incluyen:
Aceptar las emociones sin juzgarlas: No hay una forma correcta de vivir la migración. Es normal sentir nostalgia, enojo, felicidad y tristeza al mismo tiempo.
Construir una nueva red de apoyo: Participar en actividades, conectar con otros migrantes o buscar espacios terapéuticos puede hacer una gran diferencia.
Practicar la autocompasión: La adaptación lleva tiempo. Ser amable con uno mismo en este proceso es clave para evitar la autoexigencia excesiva.
Terapia online como un recurso valioso: Si bien la distancia física puede dificultar el acceso a apoyo psicológico en el país de origen, la terapia online permite recibir acompañamiento desde cualquier lugar del mundo.
Estés donde estés, puedes contar con apoyo psicológico
Si eres chileno/a viviendo en el extranjero o una persona extranjera que ha llegado a Chile, quiero que sepas que no estás solo/a en este proceso. La salud mental no tiene fronteras y, a través de sesiones online o presenciales, podemos trabajar juntos en tu bienestar emocional.
Atiendo a chilenos en el exterior, ya sea que estén de paso o se hayan radicado fuera del país, y también a personas extranjeras que están viviendo en Chile. Las sesiones pueden realizarse por Fonasa o de manera particular, brindando un espacio de apoyo sin importar dónde te encuentres.
La migración es un acto valiente, pero no tiene por qué ser un proceso solitario. Si sientes que este blog resonó contigo, te invito a agendar una sesión conmigo o sumarte a mi club de lectura y terapia grupal, donde abordamos estos temas desde una perspectiva cercana y profesional.
Migrar transforma, pero con apoyo, puede ser una oportunidad para crecer y fortalecer tu bienestar emocional.
Referencias Bibliográficas
Achotegui, J. (2009). Emigrar en salud mental: El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Universidad de Barcelona.
Bhugra, D. (2004). Migration and mental health. Acta Psychiatrica Scandinavica, 109(4), 243–258.
American Psychological Association (APA). (2017). Multicultural guidelines: An ecological approach to context, identity, and intersectionality.
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